sábado, 2 de febrero de 2013

La cita perfecta

Recuerdo el día que lo conocí, habíamos quedado en vernos en la avenida Arequipa con Javier Prado. Recuerdo que llegué tarde, calculé mal los tiempos y me quedé atorado en el tráfico. 



El primer contacto que tuve con él, fue a través de una red social, le mandé un mensaje, al día siguiente me respondió, yo le respondí al día siguiente, hasta que intercambiamos correos y nos pusimos a conversar. Su dulce forma de expresarse y sus ganas de tener una relación seria, provocaron la química inminente entre ambos.

Cuando al fin llegué al cruce, me estaba esperando en la puerta de la Curacao. Lo vi sonreírme, me di cuenta, al instante, que ambos estábamos nerviosos ante dicha situación. Sin embargo, lo importante era pasarla bien, así que no dudé mucho al decirle para ir a ver una película al centro cultural España. Él accedió rápidamente, cuando le comenté que era época del Outfest, festival de cine gay. 

Durante la ida, percibí su sinceridad al hablar, que aunque algo tímida, producía una cálida sensación en mí. 

Después de la película, nos pusimos a caminar, con rumbo a Miraflores. Conversamos sobre la película, nuestras vidas diferentes y a la vez similares. Me cautivó de él, su franqueza. Haber encontrado a alguien que había salido adelante, trabajando y siendo independiente. Una genuina buena persona. 

Recuerdo que en esa primera salida, con el pasar de las horas y los kilómetros recorridos, mis ganas por robarle un beso aumentaban. Realmente me moría de ganas de robarle un beso, pero al finalizar el trayecto de la combi, que al final tomamos para ir a su casa, y que también me llevaba a la mía, no hubo chance de que me bajara del vehículo con él. Solo un momento de segundos extendidos, que nos dimos al despedirnos. Y eso fue todo.

Tal vez, el no darnos un beso en la primera cita, fue para mejor, porque no fue la última vez que lo vi.